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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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15-04-2015

 

 

La desgracia de morirse en la postmodernidad progresista y uruguaya.

SURda

Opinión

c.e.r

 

Eduardo Galeano, así como lo conocieron las mayorías inmensas de America Latina, era un hombre comprometido con su tiempo, con las luchas de su tiempo, con los humildes de América que luchan.

Su prosa, su arte de escribir, estaba ligado a ese fin.

No eligió la política activa,- sus sospechas tendría de sus sinsabores- pero sabía bien dónde estaba parado, quiénes eran sus adversarios, el largo rosario de crímenes que ostentaban, al lado de las explotaciones, robos y saqueos a los cuales debían su riqueza. Eduardo Galeano no escurrió, en ese sentido, nunca, el bulto.

Educado, bien educado en colegios privados, donde se preparan las elites, eligió temprano la causa de los explotados y de los humildes. Muy joven, en el viejo partido socialista, tomó posición junto a los revisionistas y los renovadores. Entonces, en un abanico de posiciones , los jóvenes eligian enfrentar el socialdemocratismo europeizante que impulsaba Frugoni y la vieja ala del partido y tomaron partido por sus corrientes renovadoras. Conoció así a Raul Sendic padre, a Guillermo Chifflet, a Julio Louis, a Mario Benedetti, Carlos Machado y a tantos otros que instuían y seguían las renovaciones que propugnaba Vivian Trias.

En “El Sol”, el viejo periodo socialista del periodo, hizo sus primeras armas militantes periodísticas, como caricacturista. Firmaba GIUS, una corrupción de su verdadero apellido paterno,Hughes. Eran tiempos de búsqueda y afirmación, de rumbo y personales. Como todo hombre joven, ambicionaba ser un buen jugador de futbol, o un artista plástico. El mismo ha dicho porque no pudo ser.

Sobre ese periodo y en estos días, Julio Louis ha hecho una semblanza corta – en las que lamentablemente persiste- pero ha aportado algo también de la influencia de cierto marxista argentino, exilado del peronismo, que residía como tantos otros argentinos, entre nosotros. Allí, en esas clases, se enseñaba a leer y a pensar en la doctrina de Carlos Marx. En Economía e Historia, Vivian Trias, en sus libros, folletos y conferencias, aportaba lo suyo. Se trataba de los negociados de la carne, el desmantelamiento de la industria frigorífica, las luchas obreras de resistencia que jalonaron el proceso. En Historia se trataba de salir del Artigas-BRONCE, para ver el Artigas-REAL, caudillo revolucionario de un pueblo en armas, que no quedaba reducido al terruño “de sus bravos orientales” sino que llegaba -y convocaba- a la Mesopotamia argentina.

Una nueva generación se preparaba para renovar las ideas socialistas en Uruguay. Sobre ellos no tenía influencia el marxismo adocenado que propugnaban los seguidores de Stalin en Uruguay y sus políticas sectarias, porque aún derrotado Eugenio Gomez, la semilla del sectarismo todavía impregnaba a la representación raquítica del estalinismo uruguayo.

Tiempos fermentales, en los cuales también maduraba otro hombre joven, argentino, que después se convertiría en un ícono: el joven doctor en medicina Ernesto Guevara. Todavía no era el “Che”, pero meditaba viendo la experiencia boliviana de cómo liquidar a un ejército, empuñando cartuchos de dinamita, tomarles las armas y portarlas al hombro por las calles, mientras las mujeres, las compañeras de los obreros mineros, cargaban con la munición. Despues vendría para ese joven la otra experiencia fermental, Guatemala, la de Jacobo Arbenz.

Conviene señalar estas cosas, porque en estos tiempos neo-liberales, postmodernistas, algunos sacan la conclusión de que desde que se auto-derrumbó el muro de Berlin y colapsó la Union Sovietica, el imperialismo norteamericano no existe más, el capitalismo se ha impuesto y conviene negociar y entenderse con él y abandonar “las ideas viejas” y los “prejuicios revolucionarios”. Hubo hasta quien habló “del fin de la Historia” y vaya si lo celebraron, después, desde los “revolucionarios arrepentidos” a los “progresistas” que son todos los “sapos” mancomunados, que nos han surgido después de aquel diluvio.

En el 50 tambien, habían otros que pensaban igual (después se harian “desarrollistas”) para todos ellos, lamentablemente, sucedió la Revolución Cubana que dejó un hito a fines de los años, que dio un mentis rotundo a todas aquellas ilusiones.

La lucha de clases, la tremenda explotación de los más, en nuestro continente, depara estas posibilidades de sorpresa. En los vaivenes, flujos y reflujos de esa lucha, conviven por un lado los conservadores del egoísmo, la dependencia y el cipayismo, los “posibilistas” del “curso medio”, de “no hacer olas” y también, los que consideran que hay que arriesgarse a cambiar todo, sin temor a derrumbar todo lo que haya que derrumbar. Durante toda la década del 50 parecía que los sensatos tenían razón, pero el fenómeno de la Revolución Cubana dio al traste con todas sus expectativas y un nuevo tiempo de solidaridad, de luchas emancipatorias, se abrió camino, ganó a las juventudes y durante 20 años conmovió America Latina, llenó de sorpresa al mundo y presagió que otro mundo era posible.

Para cortar con todo eso, a principios de los 70, se instauraron los regímenes de mano dura militar, las terribles dictaduras militares, fomentadas por el imperialismo que estaba sintiendo las amenazas de los explotados. Pero todos sus intentos de genocidio de una generación entera, fracasaron en la prueba de buscar otros caminos para fomentar la explotación, ésta, la actual, la que prohija el neoliberalismo.

Eduardo Galeano, en sus obras, ha planteado claramente el dilema. Algunos quieren creer que lo que producía era “arte literario” meramente. Deben ser lectores que lo leen muy mal. En medio de la derrota generalizada, Eduardo Galeano, pulió su obra, cimentó sus viejas razones en una prosa breve, apretada, filosa, mejor y superior que la que produjo anteriormente, decantada y desengañada , pero siempre a favor de los explotados, que ahora eran perseguidos y exterminados por decenas de miles.

Donde la lucha armada fracasó, donde los “aparatismos” armados colapsaron, donde “los verticalismos” políticos caducaron, donde ciertos “socialismos” en los que las clase obrera nunca dirigió nada ni gobernó nada, naufragaron, enormes masas de millones de hombres parieron sus organizaciones sociales, jaquearon el neoliberalismo, lo acosaron a fuerza de luchas cotidianas, marchas, huelgas, cortes de ruta y,… derrumbaron gobiernos.

America Latina donde el neoliberalismo hizo sus primeras armas –con los “Chicago Boys” aprovechando la tiranía de Pinochet- fue también su primer sepulcro. Eduardo Galeano –como otros- fue un testigo atento de todos esos procesos. Lo señaló expresamente en sus libros, en su poesía, en sus intervenciones públicas en el escenario que le abrieron sus oyentes en America Latina y aún en el resto del mundo, a donde la presentación de sus obras, los premios que recibía, exigían su presencia.

Y volcó recursos económicos propios para fomentar esas luchas. En Uruguay en “Brecha”, en la compra de la casa donde realiza la Fundación Vivian Trías sus actividades.

En el 2007, todos tuvimos un atisbo, de que su salud desmejoraba, hubo que trasladarse fuera del país y operarse. Pero ni aún después cejó de hacer oir su voz y luchar junto a los que luchan.

En las marchas por “el agua” y las nuevas luchas ante la destrucción del medio ambiente, su presencia estaba. Cuando destituyeron a la jueza Motta, su presencia y la de Viglietti estaba junto al pueblo que luchaba y protestaba. Eran los apoyos morales, que servían de refuerzo a una nueva juventud que en Uruguay –como la juventud de él y otros, un día- aspira a tomar la posta de cambios y transformaciones.

Los artículos de homenaje en la prensa latinoamericana, testimonian también episodios de participación activa, de Eduardo Galeano con las luchas de los que luchan en estos, nuestros nuevos tiempos.

Después murió, en este otoño, que para los latinoamericanos es tan aciago, porque apaga las voces, que todavía sentimos necesarias. El, seguramente –si viviera- sonreiría con escepticismo. Se llega hasta donde se llega y, después, los otros –los más jóvenes- deben continuar el camino. Es, la ley de la vida.

Pero la falta que sentimos hoy, debe servirnos para la atención y la alerta. Para buscar los nuevos caminos –que los tiempos y las circunstancias ponen como tareas delante de nosotros- y evitar ser confundidos y engañados. Más de una vez, nuestra generación erró. Pero eso no impidió que siguiéramos adelante y vaya si todos nosotros no llevamos en la mente y en corazón tantos recuerdos de hombres y mujeres, luchadores, y compañeros queridos, que no están más, pero nos dejaron el recuerdo de su actividad comprometida y sin renunciamientos.

Una generación que protagonizó cambios se va. Deja la tarea inconclusa, como todas las actividades de los hombres en su tiempo histórico. Los que quedan, deben retomar la tarea y continuarla, sabiendo que después vendrán –otros más!!!- que la continuaran, aspirando a mejorarla.

Leía, en estos días, que al final de sus días Batlle, le comunicaba a Arenas, que tenía temor que toda la obra realizada, no estuviera lo suficientemente asentada y que después de ellos, temía “se volviera al candombe”.

Y, efectivamente, se volvió “al candombe” , Terra y el “terrismo” fueron “el candombe”.

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Llegamos temprano al velatorio público, en el Palacio Salivativo, en el Salon de los “pasos perdidos”, con “honores ministeriales” (como consigna la prensa vespertina en sus ediciones digitales).

Esperaba a un viejo compañero con el cual quedamos en encontrarnos en el homenaje. Como llegué antes, entré al edificio, hice mi homenaje de presencia y decidí esperar afuera, en las escalinatas.

Contemplaba la llegada continua del público, desde la cima de las escaleras. Era un incesante arribar de hombres y mujeres jóvenes, pero también de otros de mi generación, en el otoño de sus vidas. Vi hombres y mujeres, que con dificultad subían las escaleras, alguno/a con bastón, alguno/a haciendo las pausas que la pendiente exigía a sus fuerzas, perseverantes, dispuestos, sabiendo que concurrían a la cita que demandaba su conciencia particular.

Pero también observé la llegada de los autos diplomáticos, los ministeriales y gubernamentales, que ascendían por la rampa de acceso y dejaban a sus ocupantes ante el último tramo de las escaleras.

De repente comenzé a notar la presencia de ciertas figuras políticas gubernamentales, exmandatarios y, aspirantes en las próximas elecciones comunales. Comprendí entonces, viendo las corridas de los periodistas acreditados, que el evento servía no solo para el homenaje, sino también para la autopromoción.

¿Qué coincidencia de ideas, de propósitos, de ideales, de actitudes existen entre ciertos mandatarios, candidatos, y políticos con la obra y la acción que defendió en vida Eduardo Galeano?

¿Qué importancia tiene, hacer mención a ofrecimientos de representación cultural durante un mandato lejano en la Intendencia de Montevideo, que después no fue aceptado por el interesado por consideraciones propias?

¿Qué tiene que decir, el actual vicepresidente de la Republica, sobre la vida y la obra de Eduardo Galeano, si hasta provocó los murmullos airados de más de un concurrente, que se sintió violentado, con la intervención?

La impostura, el cinismo, la desfachatez, son malos consejeros de los gobernantes.

Es conveniente comprender, que “la representación” democrática y gubernamental, no da derecho a ciertos aprovechamientos de circunstancias que son excesos.

Mi amigo, que llegaba en esos momentos, penetró con su compañera en el Salón y salió de él rápidamente (no fue el único) escandalizado. Y sus palabras fueron duras.

Un homenaje fúnebre no es una romería para pasearse. Tiene que tener otro sentido y demanda otra actitud.

Eduardo Galeano, no se merecía, esa frivolidad del poder. Y suprimo personajes gubernamentales que podría enumerar, diplomáticos “itinerantes” que fueron, abogados que desde cargos gubernamentales litigaban contra el estado y, no doy nombres, para no encaraginar estas notas.

Eduardo Galeano, tuvo la desgracia de abandonarnos físicamente, en estos tiempos postmodernos de “progresismo” gobernante ejercido por burocracia políticas desfachatadas. Y eso es una verdadera desgracia.

Porque en cierta medida, son vueltas también, “al candombe”.

c.e.r

 

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